Quinto día en UTIlandia, Vencedor nace en su mañana soleada, apuntando con el pecho hacia el cielo. Cómo se infla ese torso desnudo declarando que la batalla se da con todo, que su nombre se gana peleando. Es una guerra larga y cuerpo a cuerpo, que cada suspiro es una batalla ganada. Hay compañeros de lucha en las camas del lado, otros que han ganado, otros les cuesta un poco más ganar. Cada uno con sus guardianes llenos de historias, que se encuentran en la preocupación, en el dolor de ver a sus guerreros actuar.
Anoche llegó un compañero nuevo a la cama del fondo, de la misma edad de vencedor, el viene consciente, el puede hablar. Se ve que si tiene más experiencia en estas batallas, sus guardianes también.
Hoy Vencedor amaneció respirando, que bueno es ver como se infla su pecho, que simple es ser feliz entonces y llenarse de emoción.
El doctor nos dio noticias buenas, al menos la batalla está siendo bien librada en la primera línea. Las cartas de apoyo siguen llegando desde todos lados, las caricias a la distancia también.
Así termina cada noche en estas tierras, cuando el doctor no da noticias de lo que ha sido cada una, luego a desayunar a la cafetería. Ese era nuestro destino, de pasos cansados, casi cruzábamos la puerta, cuando escuchamos un grito: ¡mamá!
El tiempo se paralizó, el corazón se hizo microscópico y universal al mismo segundo, toda la energía del infinito se concentró en ese grito. Cuando volvimos a respirar supimos, era el nuevo compañero. Y nos atacó una profunda emoción, de saber lo que sería escuchar eso viniendo de Vicente.
Hoy es viernes, y han pasado algunos días desde que llegamos. Ha sido duro, y cada segundo, cada dolor, cada pinchazo en el cuerpo de Vicente, no pueden ser en vano. Pensando y pensando en eso, termino de creer que Vencedor era el único que podía soportar traer este mensaje, por eso fue elegido. Alguien debía darnos un remezón, no solo a nosotros, sino a quién escuche esta historia. Quienes tenemos hijos o sobrinos, ¿Cuántas veces hemos escuchado ese grito? y hemos respondido un simple “Duérmete” o un “ya es tarde, mañana hay colegio", sin darnos cuenta de la magia que sale de la palabra gritada por uno de ellos, y de que cuando hay silencio es el alma la que uno daría por escucharla. Que importa que se demoren diez minutos más en la tina, o que las sábanas se le peguen demasiado fuerte a la espalda algunas mañanas… no importa nada si pueden gritar “Mamá” o “Papá”.
Si amigos, hoy es viernes y posiblemente están esperando llegar a sus casas, y es posible que en sus casas les estén esperando. El mensaje es simple: No pierdan oportunidad de escuchar, se los ruego, para que el mensaje de Vencedor resuene en una infinidad de abrazos en este fin de semana, para que haya valido mucho la pena.
Para nosotros marca un antes y un después, no podría ser de otra manera…
Termino estas palabras y corro al lado de Vicente. Su madre me avisa que lo escuchó toser… que los doctores han comenzado el proceso de despertarlo, que ya comienza a respirar sólo.